Después de una campaña concertada
por poderosas empresas mediáticas, fundamentalmente de Europa, que han
atacado ferozmente a Cuba, el Parlamento Europeo acaba de aprobar,
luego de un sucio debate, una resolución de condena contra nuestro país
que manipula sentimientos, tergiversa hechos, esgrime mentiras y oculta
realidades.
El pretexto utilizado ha sido la
muerte de un recluso, sancionado primero por delito común y luego
manipulado por intereses norteamericanos y la contrarrevolución
interna, quien por voluntad propia se negó a ingerir alimentos a pesar
de las advertencias y la intervención de los especialistas médicos
cubanos.
Este hecho lamentable no puede ser
utilizado para condenar a Cuba aduciendo que pudo haber evitado una
muerte. Si en un campo nuestro país no tiene que defenderse con
palabras, pues la realidad es irrefutable, es en el de la lucha por la
vida de los seres humanos, ya sean nacidos en Cuba o en otros países.
Un solo ejemplo es la presencia de los médicos cubanos en Haití, desde
once años antes del terremoto de enero último, silenciada por la prensa
hegemónica.
Detrás de esa condena hay un
profundo cinismo. Cuántas vidas de niños se han perdido en las naciones
pobres por la decisión de los países ricos, representados en el
Parlamento Europeo, de no cumplir sus compromisos de ayuda al
desarrollo. Todos sabían que era una sentencia de muerte masiva, pero
optaron por preservar los niveles de derroche y ostentación de un
consumismo a la larga suicida.
Ofende a los cubanos también ese
intento de darnos lecciones, en momentos en que en Europa se reprimen a
inmigrantes y desempleados, mientras aquí el pueblo libremente, en
reuniones de vecinos propone a sus candidatos para las elecciones
municipales, libremente y sin intermediarios.
No tienen moral aquellos que
participaron o permitieron el contrabando aéreo de detenidos, el
establecimiento de cárceles ilegales y la práctica de torturas, para
evaluar a un pueblo agredido y brutalmente bloqueado.
Condena tan discriminatoria y
selectiva, solo puede explicarla el fracaso de una política incapaz de
poner de rodillas a un pueblo heroico. Ni la Ley Helms Burton, ni la
Posición Común europea, surgidas en el mismo año, en las mismas
circunstancias y con iguales propósitos, ambas lesivas a nuestra
soberanía y dignidad nacionales, tienen el más mínimo futuro, pues los
cubanos rechazamos la imposición, la intolerancia y la presión como
norma en las relaciones internacionales.
Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba
11 de marzo de 2010
"Año 52 de la Revolución"
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