Un grupo de comunistas vascos que se organiza en torno a las siglas EHK acaba de publicar un documento titulado “Sobre el partido Comunista de Euskal Herria” que refleja bastante bien las paradojas en las que se ven envueltos no sólo los comunistas vascos sino también los de Albacete. En el caso de EHK el problema nacional no es algo diferente sino algo añadido que se acumula a la perplejidad general. Si un grupo comunista no es capaz de enfocar (ni siquiera intuir) correctamente ningún problema social, la cuestión nacional los embrolla aún más.
Ni siquiera el lenguaje, los conceptos, son propios de marxistas. Por ejemplo, EHK afirma que el partido comunista es un “ariete teórico” de las masas trabajadoras. Yo siempre lo consideré -precisamente- como un “ariete práctico”. Pero en fin...
Para alguien que se denomina comunista, la cosa no puede ser más extraña: en el documento de EHK ni siquiera aparece la palabra capitalismo, por lo que la cuestión nacional no sólo ocupa el centro sino que lo ocupa todo, está hipostasiada en un limbo abstracto en donde nada parece vincularla a la “cuestión social”, es decir, a las clases sociales y a la lucha de clases. A mayor abundancia, no hay más que advertir los numerosos circunloquios con los que conceptos tales como “proletariado” o “clase obrera” aparecen sustituidos por otros, como masas trabajadoras o fuerzas populares, que casi se parecen un poco a ellos.
El núcleo de las tesis de EHK es que “Euskal Herria se encuentra en una encrucijada política”. La palabra “crisis”, algo que afecta hoy de manera tan directa al proletariado, tampoco aparece por ninguna parte. Si Euskal Herria sufre algo parecido a una crisis no es de tipo económico sino político según EHK. A su vez, naturalmente, una “encrucijada” de tipo político está ligada a la autonomía, es decir, a la estructura territorial del Estado. En eso consiste la encrucijada.
Por lo tanto, desde un principio la descripción de la situación no puede estar más desenfocada. Ni siquiera es la descripción de una situación concreta: podían estar hablando de 1983, de 1996 o de 2005. El centro de la atención de EHK lo lleva a la situación nacional. Por eso considera que “para la nación que es Euskal Herria es vital constituirse en Estado”. Yo creo que no es así y lo creo menos en alguien que se considera marxista por dos razones:
a) para Euskal Herria tan vital es crear un Estado propio, como unirse a un Estado ajeno, o seguir unida a los que ya lo está; realmente lo vital es que esa decisión la tome Euskal Herria y no la tome nadie por ella, suplantando su voluntad
b) como en cualquier otra nación, en Euskal Herria existen clases sociales; esas clases sociales tienen intereses contrapuestos; para un marxista es realmente extraño leer que si a la clase obrera vasca le interesa crear un Estado “propio”, a la burguesía vasca también le interese ese mismo Estado “propio”; creo que un Estado “propio” de la clase obrera es un Estado “ajeno” a la burguesía (y a la inversa)
No voy a entretenerme en desenmascarar las contradicciones subyacentes a la configuración política del Estado español que, por un lado, aparece como un “armazón” democrático burgués y, por el otro, se le acusa de “expulsar” a la vanguardia abertzale y socialista. Yo siempre creí que un país democrático no puede expulsar fuera de sí a un movimiento democrático (la izquierda abertzale) y a una prensa democrática (Egin, Egunkaria). Tampoco soy capaz de entender cómo es posible que un Estado (más una Constitución, más un Estatuto) se puedan calificar de democráticos a pesar de que, en realidad, todo eso no es más que un disfraz con el que se vistió el franquismo para “cambiar su aspecto”, como dice EHK. Cuando el franquismo trata de camuflarse no con un único disfraz sino que es ya el enésimo, yo me atengo al refrán castizo: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Si realmente va cambiando un disfraz detrás de otro, ¿por qué no llamamos al franquismo por su nombre?
EHK no llama a las cosas por su nombre porque quiere introducirnos en un círculo vicioso, en un terreno definido exclusivamente por su carácter nacional “propio”, aunque -eso sí- con una argumentación envuelta en un lenguaje que casi parece marxista. Según EHK en octubre de 1917 los bolcheviques tomaron el poder para llevar a cabo la revolución democrático-burguesa. Esto es falso, pero prosigamos como si fuese cierto. En medio de su confusión lo que EHK quiere transmitir es lo siguiente:
- España es un Estado franquista disfrazado
- el Estado “propio” de Euskal Herria va a ser un Estado diferente, democrático-burgués
- aunque el “viejo nacionalismo” ha sido cómplice en la expulsión de la izquierda abertzale del Estado franquista disfrazado, su comportamiento político dentro de un Estado “propio” va a ser diferente
- conclusión: en un Estado “propio” los viejos nacionalistas van a dejar a la izquierda abertzale la manga ancha que no le han dejado en el “ajeno”
Pero el colmo del desvarío es cuando EHK considera que podría “dedicar su tiempo y esfuerzo” a constituir un partido comunista, pero, como los buenos contables, consideran que tienen que sopesar los beneficios y los inconvenientes. Lo más fantástico no es que la creación de un partido comunista pueda tener inconvenientes (para el proletariado) sino que efectivamente la conclusión final del documento es que los tiene y son tan importantes que es mejor no crear el partido comunista (de momento).
Esta aberración la fundamentan en una serie de afirmaciones que son ciertas: lo de menos es el nombre, el partido comunista no es un fin sino un instrumento, etc. Pero eso lo envuelven en medio de su característica nebulosa, esta vez aderezada con un recurso a la conocida frase revisionista del no menos revisionista Deng Xiao-ping que han maquillado un poco: “Gato blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. Pues bien, el revisionista Deng Xiao-ping hablaba de gatos blancos y gatos rojos y lo que ni él ni EHK saben es que en la lucha de clases los gatos (blancos o rojos) no cazan a los ratones sino que los gatos blancos y los rojos se cazan los unos a los otros.
A partir de su nebulosa, EHK sigue el recorrido favorito de los revisionistas, siempre partiendo de frases (pero se trata sólo de frases) que son ciertas: la tarea de un partido comunista es agrupar fuerzas. De acuerdo, pero ¿de qué fuerzas estamos hablando? Como tantos otros, EHK habla de “un acercamiento a otros comunistas y progresistas”. De modo que cuando ellos hablan de fuerzas lo quieren decir en realidad son siglas, y aquí y ahora si algo caracteriza a las siglas es -precisamente- la falta de fuerzas. Las siglas han dedicado tantas fuerzas a agrupar siglas (a agruparse entre ellas) que se han quedado sin fuerzas. A veces hasta se quedan también sin siglas.
Sigamos con el ridículo argumento de EHK, que en realidad es una manera de argumentar muy extendida entre todos los revisionistas de Albacete y de fuera de Albacete: el objetivo de un partido comunista es agrupar “fuerzas” pero realmente la mejor manera de agruparlas es no crearlo (de momento). Si no creamos un partido tendremos éxito en agrupar fuerzas. Pero cuando lo logremos, ¿para qué necesitaremos un partido? Ya habremos conseguido el resultado que buscábamos...
Al final llega la clave en forma de interrogante tipo test del carnet de conducir: “¿Se puede pretender agrupar a las masas revolucionarias en derredor de un Partido comunista que ni siquiera ha podido aún agrupar a gentes y colectivos que se declaran a sí mismos expresamente comunistas?” EHK plantea así la pregunta para que respondamos: no, pero la respuesta que ofrece la historia y la experiencia del movimiento obrero y comunista internacional es: si. No es que quepa imaginar que las cosas puedan suceder de otra manera, sino que han sucedido y sucederán así en lo sucesivo. Si creen lo contrario, estudien la historia del partido bolchevique, sin ir más lejos.
Como tantos otros grupos EHK separa lo que califica como comunistas de lo que califica como masas y cree que los comunistas lo son por el hecho de denominarse de esa manera a sí mismos, ponerse siglas y etiquetas. Pero en mi opinión, los grupos comunistas (en Albacete y fuera de Albacete) apenas van un poco más allá del nivel que alcanzan las masas en sus luchas espontáneas. Si estoy en lo cierto, lo que sucederá es que, lo mismo que las masas, todos esos que se llaman a sí mismos comunistas, si realmente lo son, se agruparán en torno al partido comunista. Es decir, en algún momento del proceso revolucionario se convertirán en algo que antes no eran: en comunistas. Pero antes de ese momento parece difícil pensar que realmente sean comunistas; no sólo digo que no están actuando como vanguardia sino que, además, pongo en duda que estén aportando al movimiento revolucionario algo que las masas no aporten por sí mismas.
Es cierto que el partido comunista es un instrumento, pero EHK debería añadir: es un instrumento importantísimo, decisivo. Además de agrupar fuerzas, un partido comunista cumple otras funciones, que EHK menciona sólo de pasada. Un partido comunista es la vanguardia del proletariado. A veces se toma la palabra “vanguardia” como sinónimo de “dirigir” y dirigir (para los revisionistas y los anarquistas) consiste en dar órdenes (a los demás) o, lo que es lo mismo, en decir a los demás lo que tienen que hacer. Es la manera de no ser capaz nunca de dirigir nada.
Para intentar explicar el papel de vanguardia de los comunistas, que es una responsabilidad, EHK utiliza palabras cuyo significado nunca he sabido descifrar, tales como “incidir” o “referente”. Mi problema es que hablo con otros términos. Para mí la vanguardia es la que está a la cabeza de la lucha revolucionaria del proletariado, en primera línea: como suele decirse, es la que predica con el ejemplo. Por eso antes he hablado de un “ariete práctico” contra el “ariete teórico” de EHK. No dice a nadie lo que tiene que hacer sino que hace y haciendo demuestra (a todos) que es posible seguir haciendo. Para entendernos: dirigir significa dar la cara y cuando alguien da la cara es el primero al que se la parten. Lo que nunca he entendido es que los que se llaman vanguaria permanezcan con su cara íntegra mientras el enemigo de clase se ceba con la de los que no son la vanguardia. Cuando ocurre eso alguien se está haciendo pasar por lo que no es; no hace sus deberes y se dedica a “incidir”. Esa es la conclusión timorata de EHK: en lugar de crear un partido comunista, en lugar de actuar como vanguardia revolucionaria del proletariado, lo que quieren es “incidir” en la estructura existente, la izquierda abertzale, en la que “funcionamos razonablemente bien”, según dicen.
Otra frase cierta que EHK toma de Lamarck y de Engels: “La función crea el órgano”. Para el proletariado la necesidad de hacer la revolución socialista le plantea, a su vez, la necesidad de disponer de un partido como instrumento suyo de dirección. Cuando un partido está ejerciendo en la práctica la tarea de dirección, la clase obrera pone sus ojos en él como estado mayor revolucionario. Se puede decir (y se ha dicho) de muchas maneras, con frases más o menos deslumbrantes, pero al final llegamos a lo mismo: cuando hablamos de agrupar fuerzas los comunistas nos referimos a agrupar al proletariado en torno a un programa revolucionario, a una línea política revolucionaria y a una organización revolucionaria. No hablamos de otra cosa sino de fuerzas sociales. Pero sobre todo no hablamos de juntar siglas porque aquí y ahora esas fuerzas sociales no están organizadas. Es justamente esto, la desorganización, lo que está salvando al podrido régimen fascista español del desastre y esa desorganización se mantiene por muchas razones, entre otras por las siglas que vienen proliferando desde 1956 como los champiñones después de la tempestad.
Pero no se crean Ustedes que EHK se va a pasar la vida “incidiendo razonablemente bien”. No. Los cambios cuantitativos se convertirán algún día en cambios cualitativos y entonces, cuando dispongamos de la suficiente “masa crítica comunista” crearemos un partido. Me parece estupendo, aunque no se si tendré la suficiente paciencia como para esperarles a Ustedes hasta entonces, por más que me prometan que lo harán en “un plazo razonable”. Pero permítanme formularles una pregunta: cuando dispongan de la suficiente “masa crítica comunista”, ¿para qué querrán un partido? ¿No sería mejor lo contrario? ¿No creen Ustedes que las masas críticas y no críticas no se van a incorporar jamás a algo que no es un partido? ¿No piensan, como yo, que lo que los obreros buscan y lo que buscarán aún con más ahinco en el futuro es justamente un partido y no un succedáneo? ¿No opinan que agrupar a los obreros en torno a algo que no es un partido es agruparles en torno a algo confuso? Es decir, ¿no creen que están Ustedes contribuyendo a confundirles y desorganizarles?
Ésa es la premisa previa de EHK, que es pura metafísica: primero una cosa (que funciona razonablemente bien) y luego la otra (el partido). Hay que demostrar a EHK “que la constitución de una estructura política nueva es más necesaria y conveniente que la actual”. Ellos preguntan: “¿Qué ventaja añadida aporta ahora la constitución de una estructura de partido que no podamos realizar con nuestra actual forma organizativa?” EHK no advierte ninguna. En fin, a estas alturas de la historia hay que demostrar a EHK que un partido es más “necesario y conveniente” que la actual sopa de siglas. Mi opinión es la siguiente: un partido es necesario ahora precisamente por esa sopa de siglas de la que forma parte EHK y de la que seguirá formando parte en el futuro porque se siente a gusto en ella.
Camarada J.M.Olarieta
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